martes, 13 de septiembre de 2011

Sueños en tardes de verano

DIAS DE SUEÑOS Y PLAYA
Tengo sueños bohemios en los que las noches son interminables, son una mezcla de situaciones irreales que hacen que vea mi destino envuelto en una nube de ausencia, donde mi vida transcurre lentamente.

Siento que mis pensamientos se mesclan unos con otros y yo, ajeno a toda realidad intento mantener la esperanza de encontrar en mi sueño, una ilusión que me permita continuar con los pies enganchados al suelo.

No quiero dejar libres mis sueños, no quiero sentir una falta de responsabilidad hacia mis deseos incumplidos. Necesito pensar y sentir que aun me queda tiempo, que aún puedo controlar el péndulo que toma mis decisiones y no dejarme llevar por los sentimientos.
Sé que no puedo controlar mis sueños, pero sí puedo intentar hacer algo con la realidad del día a día.

En mis sueños siempre te esperaré con los brazos abiertos.
En mis sueños puedo sentir las caricias de tus manos, la humedad de tu piel, la pasión de tus besos.

Sueño con el viento acariciando tú pelo, con silencios largos esperando nuevos amaneceres.
Sueño gestos de ternura que me hacen amarte, palabras deseadas que oigo susurrar en mis oídos.
Sueño abrazos de seda y el temblor de un cuerpo deseando que llegue el momento de sentirse abrazado al mío.
Sueño con instantes suspendidos en el tiempo, despertar en tus brazos y sentir en mi piel tus deseos.

Hay días, cuando me asomo a través de la ventana de mi caravana, que no puedo dejar de percibir la inmensidad del mar y la atracción que ejerce sobre mí.
Nadie entiende que me guste caminar a solas, como tampoco sé explicar la sensación que producen en mí los paseos por la playa a unas horas solitarias, sin más compañía que el viento acariciando mi piel y el sonido de las olas deleitando mis oidos.
Me gusta caminar descalzo por la playa y notar la rugosidad de la arena acariciando mi piel, al tiempo que voy despojándome de la ropa dirigirme lentamente hacia el mar, mientras la suavidad de las olas van borrando las huellas que dejan mis pies. En esos instantes, me siento tan lleno, que no hay nada que me altere esos momentos de calma.
Resulta difícil despertar de ese aislamiento que me produce el paseo, cuando la bruma de la tarde empieza a oscurecer y la realidad de nuevo se impone.
Observo maravillado la bruma que precede a los colores de la caída de la tarde y escucho absorto el rumor de las olas que se quiebran entre las rocas y la espuma en un relajado silencio.
La calma de una playa, de unas rocas, que van dejando la huella del tiempo, hay quietud, sosiego percibo en mi rostro de nuevo la caricia del viento, y mi cuerpo se abandona a la quietud de mi sueño.
Es hora de emprender el camino de regreso. Mañana observaré de nuevo a través de la ventana, y si el tiempo me lo permite, volveré a dar mi paseo por la playa.
En mis sueños siempre te espero...

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